Cristo
Maestro adorado, descubrid a vuestros sacerdotes vuestras admirables
virtudes. Son adorables, pues son divinas; pero puesto que humanas
también, pueden ser imitadas. Las habéis hecho, por la unción fortificante de vuestra gracia, accesibles a la debilidad del hombre, y, cuando marcáis vuestro elegido del carácter sagrado que lo hace, con vos, sacerdote para la eternidad, lo revestís, a la vez, de fuerza y de luz.
Haced que, aquellos que queréis asociar a vuestra obra, descansen en Vuestro Corazón; dadles la gracia de oír
vuestros sagrados latidos. Aun màs, haced que entren en la intimidad de
Vuestro Corazon a través de una santa contemplación. Que tomen el espíritu
del sacerdocio de esta fuente divina de amor y de verdad; el espíritu
de oracion y de entrega; el espíritu de celo y de amabilidad; el
espíritu de humildad y de pureza, misericordia y amor. Amén.