Patrón secundario del Instituto de Cristo Rey
San Benito, capilla del seminario de Gricigliano |
No antepongan nada absolutamente a Cristo
De la Regla de san Benito, abad
Cuando
emprendas alguna obra buena, lo primero que has de hacer es pedir
constantemente a Dios que sea él quien la lleve a término, y así nunca
lo contristaremos con nuestras malas acciones, a él, que se ha dignado
contarnos en el número de sus hijos, ya que en todo tiempo debemos
someternos a él en el uso de los bienes que pone a nuestra disposición,
no sea que algún día, como un padre que se enfada con sus hijos, nos
desherede, o, como un amo temible, irritado por nuestra maldad, nos
entregue al castigo eterno, como a servidores perversos que han rehusado
seguirlo a la gloria.
Por lo tanto, despertémonos ya de una vez, obedientes a la llamada que nos hace la Escritura: Ya es hora de despertarnos del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día la voz de Dios: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón; y también: Quien tenga oídos que oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.
¿Y qué es lo que dice? Venid,
hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Caminad mientras
tenéis luz, antes que os sorprendan las tinieblas de la muerte. Y
el Señor, buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente
quisiera ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Y, si tú, al oír esta invitación, respondes: «Yo», entonces Dios te dice: «Si amas la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella.
Si así lo hacéis, mis ojos estarán sobre vosotros y mis oídos atentos a
vuestras plegarias; y, antes de que me invoquéis, os diré: Aquí estoy».
¿Qué
hay para nosotros más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del
Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor paternal, nos
muestra el camino de la vida.
Ceñida,
pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras,
avancemos por sus caminos, tomando por guía el Evangelio, para que
alcancemos a ver a aquel que nos ha llamado a su reino. Porque,
si queremos tener nuestra morada en las estancias de su reino, hemos de
tener presente que para llegar allí hemos de caminar aprisa por el
camino de las buenas obras.
Así
como hay un celo malo, lleno de amargura, que separa de Dios y lleva al
infierno, así también hay un celo bueno, que separa de los vicios y
lleva a Dios y a la vida eterna. Éste es el celo que han de practicar
con ferviente amor los monjes, esto es: estimando a los demás más que a uno mismo; soporten
con una paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como
espirituales; pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los otros;
procuren todos el bien de los demás, antes que el suyo propio; pongan en
práctica un sincero amor fraterno; vivan siempre en el temor y amor de
Dios; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; no antepongan
nada absolutamente a Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida
eterna.
Oración
Señor, Dios nuestro, que hiciste del abad san Benito un esclarecido maestro en la escuela del divino servicio, concédenos, por su intercesión, que, prefiriendo tu amor a todas las cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con libertad de corazón.
Por nuestro Señor Jesucristo.