“Brillan en él, sobre todo, las virtudes de la vida oculta, en
un grado proporcionado al de la gracia santificante: la virginidad, la
humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad, que no
puede ser quebrantada por ningún peligro; la sencillez, la fe,
esclarecida por los dones del Espíritu Santo; la confianza en Dios y la
más perfecta caridad. Guardó el depósito que se le confiara con una
fidelidad proporcionada al valor de este tesoro inestimable”
(Garrigou-Lagrange, R., San José, Buenos Aires, 1947, p.301).